martes, 26 de enero de 2010

Artistas olvidados, primera parte

"Usted va a estallar y toda su familia también. Usted es el monstruo capitalista, usted es terror. Deme la mano, saltemos."

Menudo inicio me he currado hoy. Un poema. No, un POEMA. Buena mierda, ya lo puedo creer. En fin, mientras sigo ordenando mi cabeza para rescatarles lo mejor del año pasado les introduzco a la persona de Charles Hattaween, un artista norte americano nacido a principios del siglo XX. Sus obras son impresionantes, imposibles. Superan nuestros límites perceptivos y nos hacen pensar sobre el sentido real de las imágenes. Sus primeras obras no dejan de ser más que patéticas reproducciones de la realidad (disculpen que sea tan atrevido al suponer que alguien pueda plasmar en papel la verdadera "realidad", pero en fin, creo que ya me entienden, no hace falta entrar en discusiones constructivistas). En definitiva, el tipo antes solamente pintaba cuadros de mierda como:

casa 0

Con el tiempo (y la muerte de toda su familia y peces), Hattaween empezó a desarrollar una extrema fascinación por la verdad. Sus pinturas pasaron a ser más detalladas y afines a lo que nuestra percepción percibía del mundo:

casa 1

Buena mierda, sin duda. Pero estas obras no terminaban de gustar a nuestro amigo ni a los galeristas contemporáneos, por lo que Charles se veía obligado a servir cafés en las avenidas de los ciudadanos ricos para poder comer caliente. Fue durante este período que conoció a Alissa, su primer amor verdadero. Fue con ella, a quien retrataba después de hacer el amor, con quien encontró el sentido de su obra. Charles necesitaba copiar la realidad, observen:

casa 2

Cada vez que miro este cuadro los pelos de mis pelotas se clavan en mi estómago. Que me rebienten el culo con un trozo gigante de plomo si este cuadro no parece una puta foto. A partir de esta obra Hattaween empezó su serie de fotografías pintadas:

palya 1

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car 1

car 2

car 3

Menudo bombón. Charles no tardó en convertirse en una estrella, exponiendo en las galerías y museos más respetados del globo. Su éxito no duró demasiados años, ya que la crítica empezó a tildarle de "artesano" y su nombre dejó de nombrarse en la escena artística y en los guateques selectos de la clase alta. "Artesano", díganme ustedes si este, su último cuadro, no es una verdadera obra de arte:

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Esperemos que se vuelva a hablar de este genio de la imagen y toda su obra reciba el respeto que se merece.

Buenas noches.

domingo, 24 de enero de 2010

Un cuento fecal, uno de tantos.

Ese tipo llégó a su trabajo, se sentó en su silla y se sacó el sombrero. Al poco rato se levantó y le comentó a su jefe que se había cagado encima. Su jefe, un tipo comprensivo, le dijo que podía tomarse la tarde libre. El hombre se puso de nuevo el sombrero y se largó a casa a ver la tele. A final de mes vió que su nómina seguía igual, no le habían descontado ese día fecal. Entonces todo empezó. El tipo empezó a cagarse encima cada día, en momentos distintos de su jornada laboral. A veces a los 3 minutos de haber llegado. Se levantaba y se dirigía al jefe "-Perdona, es que creo que me he cagado encima-". El jefe lo mandaba directamente a casa. Otras veces lo hacía cuando quedaban solamente 2 horas para terminar la jornada. Cuando el jefe veía que se levantaba y se acercaba, ya se temía lo peor, aunque a veces era una falsa alarma y solamente pedía el típex. Como quien no quiere la cosa, como si fuera una novedad, como si no le pasara nunca el tipo se acercaba al jefe y lanzaba eso de: "-Perdona, es que creo que me he cagado encima-". Esto lo hacía cada día, os lo juro por mis pelotas. El truco le funcionó toda la vida, luego se jubiló y cada fin de semana contaba a sus nietos esa historia sobre cómo había conseguido vivir sin mover un dedo. Los niños no lo entendían demasiado pero sabían que el abuelo simplemente les quería decir que eso de cagarse encima en el colegio no era algo tan malo. Así que los niños siguieron cagándose encima el resto de su vida. Y los hijos de éstos también, y sus descendientes, y los otros y otros y otros...

viernes, 8 de enero de 2010

Redacción: Mi primer polvo.

La idea era viajar en el tiempo de alguna forma legal y encontrarme con el YO de hace 10 años y obligarme a ir de putas. De esta forma conseguiría dejar de tener vergüenza al decir que a mis 28 años aún no había follado. Era un buen plan. Pero salió mal. Las cosas se jodieron un poco, allí todo era más barato; la comida, la bebida, las mujeres,... El primer día que estuve en el pasado me fui con una puta y luego me pillé una buena taja. Terminé dormido en un portal con la ropa potada. Suerte que era verano y al día siguiente me pude duchar en una fuente y limpiarme un poco la ropa. Me había gastado casi todo mi dinero y no podía sacar nada del banco porque en esa época no tenía nómina en la cuenta y porque básicamente mi cartilla tenía una fecha del futuro y los putos cajeros de mierda no la podían leer. Tampoco pude entrar a una oficina de "La Caixa" a pedir una cartilla porque mi aspecto no era el de un chaval de 18 años de mierda. De todos modos ya ni me dejaron entrar por culpa de mis pintas de indigente. La verdad es que tenía mucha hambre, así que empecé a molestar a la gente, a pedirles dinero para llamar por teléfono. Conseguí unas monedas y me compré un pollo a l'ast y una cervecita. El pollo estaba bastante bueno la verdad. Estaba yo tomando tranquilamente mi cerveza en el Parc de l'Escorxador cuando de repente me vi a mi mismo andando por la calle. La verdad es que no me dije nada por vergüenza. Mi aspecto era patético. -Mejor no molestarme- pensé. Me miré en el reflejo de un aparador de un comercio y realmente me había convertido en una especie de mendigo, un vagabundo temporal depauperado. La verdad es que no tenía ni puta idea de volver a mi época contemporánea. Así que me encontré atrapado en el pasado, mendigando e intentando no encontrarme conmigo mismo. Menuda mierda ¿No? Bueno, al menos pude mojar el cimbrel. Técnicamente si volviera a mi tiempo real podría afirmar que eché mi primer polvo en el año 2000, cuando se supone que tenía 18 años, pero volver era ya IMPOSIBLE. Mi vida destrozada por buscar un primer polvo. En fin, más vale tarde que nunca.

Y eso es lo que me ha venido esta noche a la cabeza.